CCPM es un estudio de arquitectura fundado en el año 2017 en la Ciudad de Buenos Aires. Con una producción inicialmente orientada hacia el desarrollo de proyectos de pequeña y mediana escala -particularmente reformas y agregaciones en PHs existentes-, han logrado generar reflexiones propias en torno al habitar doméstico y repensar la densificación de la ciudad, incursionado en investigaciones tecnológicas y materiales de diversa índole. También, de manera paralela, han abordado trabajos de investigación socioterritoriales con el agua y la tecnología como eje, pensando la urbanidad desde una perspectiva híbrida que diluye la brecha entre naturaleza y ciudad.
Buscando conocer qué influye en sus modos de operar y reflexionar, qué significa para ellos trabajar hoy en día en Buenos Aires, cómo articulan su producción teórica con la práctica, cuáles son sus inspiraciones, búsquedas y propósitos, y cómo perciben la realidad educativa dentro del campo académico e institucional actual, realizamos la siguiente entrevista a Constanza Chiozza y Pedro Magnasco, socios fundadores de CCPM:
Belén Maiztegui (BM): ¿Cómo fue el proceso de constituirse como práctica independiente en Buenos Aires? En el mundo de las reformas y los PH, parecería que lograron encontrar un espacio para trabajar desde la exploración y experimentación. ¿Qué los inspiró en un principio a seguir este camino?
Constanza Chiozza y Pedro Magnasco (CCPM): Nos constituimos como práctica independiente hace un poco más de tres años, durante el momento en el que finalizamos nuestros estudios universitarios. Tuvimos la posibilidad de que nuestra primera obra fuera nuestra casa (PH Lavalleja) y allí pudimos experimentar muchas cosas. Cuando terminamos esta obra, nos presentamos al concurso Pabellones Temáticos, que convocaba específicamente a arquitectas y arquitectos jóvenes, en el cual sacamos un primer premio con Galería Hídrica, en la categoría pabellón de paisaje urbano. El impulso que nos dieron estos dos primeros proyectos nos permitió animarnos a seguir trabajando y a formalizarnos como práctica, al mismo tiempo que constituyó la agenda de nuestro estudio en estos primeros años: proyectos de reformas y agregaciones en viviendas ya existentes e investigaciones socioterritoriales con el agua y la tecnología como eje.
Particularmente, encontramos en los PH lugares donde experimentar y actuar políticamente. Creemos que trabajar en los PHs y no encarar, al menos por ahora, edificios de propiedad horizontal, nos permite pensar la densificación de la ciudad de un modo diferente a la lógica del mercado inmobiliario. Un PH es una tipología de vivienda colectiva que deviene de la casa chorizo y del conventillo, con unidades de vivienda dispuestas, por lo general, una al lado de la otra (a veces también trabadas o con alguna unidad sobre otra) y conectadas por un pasillo. Durante las décadas del 30 y 40 fue una tipología muy extendida en Buenos Aires y, actualmente, son una alternativa a la vida en departamentos. Corresponden a un modelo de ciudad menos densa pero con pisada mucho más compacta.
Por esto, hacer proyectos en unidades de PH tiene implicancias tipológicas, sociales y de clase. Actualmente, los derechos de estas tipologías están totalmente arrasados por el código urbano, que tiene en mente solo un ideal de ciudad como regla de juego del mercado inmobiliario. Nosotros entendemos a la densificación como un proceso complejo y necesario, pero que debería tener en cuenta más aristas que el mercado como forma de hacer ciudad.
Por eso muchas veces trabajar en los PHs implica trabajar en la marginalidad de la ley, en grises legales y en un mercado informal. Hay mucho por pensar y trabajar en este contexto. Estos años se volvió a poner en discusión el código urbano, pero parece que los problemas son solo de forma y económicos, se perdió la oportunidad de discutir el código como una forma de coexistencia, ¿Qué cosa es Buenos Aires más que pura heterogeneidad?
Con esto en mente, nos gusta mucho el proceso de analizar y comprender lo que ya está allí, cómo y con qué tecnología está construido y que modo de vida representa, para trabajar la geometría y la materialidad del proyecto desde esa relación, para proponer transformaciones conscientes y situadas. En el proceso de proyecto de estas transformaciones organizativas y geométricas, los procesos con las y los clientes son un material muy importante, porque al operar en la particularidad de cada caso, trabajamos constantemente ese diálogo y su traducción al proyecto.
BM: En un reciente conversatorio, comentaron que están interesados en indagar y tensionar la relación entre la naturaleza y la tecnología, afirmando que “para ustedes la naturaleza es urbana” ¿Nos podrían contar un poco más sobre esto?
CCPM: Nos interesa mucho trabajar con la disolución de la dicotomía naturaleza / humano, con entender que no hay límites marcados entre una y otra cosa. Pensamos que en ese sentido la tecnología es un emergente de la humanidad como naturaleza. Nos gusta pensar que trabajamos con socio-tecnologías y con tecno-naturalezas, híbridos de todo, en donde el límite de lo uno y lo otro se difumina.
Cuando proyectamos o investigamos, lo hacemos desde la idea de que la ciudad, con todos sus componentes -sociales, edilicios, tecnológicos, naturales, culturales, etc-, es la ecología en la que estamos inmersos, en la que trabajamos material y conceptualmente. En esta “naturaleza urbana” se encuentra el campo de operación de nuestro trabajo.
Que la naturaleza sea urbana no significa una oda al hormigón armado, al acero, al vidrio templado o al aire acondicionado, sino, al contrario, una crítica a esa manera de pensar lo urbano como algo que se distancia y se desarticula de la flora y la fauna, en esa clásica, patriarcal y reduccionista división entre campo y ciudad o tecnología y naturaleza.
En Buenos Aires, por ejemplo, hay muchos arroyos entubados y tapados con gigantescas losas de hormigón armado; hay infraestructuras portuarias, aéreas y de otras índoles que separan al tejido urbano del Río de La Plata; o está el Riachuelo, uno de los arroyos más contaminados del mundo y que es como una gran cloaca a cielo abierto. Estas situaciones no son circunstanciales ni meras coincidencias. Son modos de concebir lo “urbano” como una manera de rechazar el territorio “natural” que allí había y que sigue estando. Estamos totalmente en contra de estos modos de urbanidad, en donde la solución es aplanar todo con hormigón, tirar la basura donde sea más simple o negar al agua como un elemento más del paisaje urbano.
No nos gusta para nada la idea de naturaleza como “otredad a dominar” u objeto de deseo para ser poseído, para “tener”. No estamos de acuerdo en la relación con la naturaleza de posesión o dominación, sino que nos interesa establecer un diálogo construido y situado.
BM: En el año 2017, resultaron ganadores de un concurso de Pabellones temáticos con su proyecto Galería Hídrica, donde trabajaron con el agua como recurso central para exponer diversas problemáticas generales sobre el territorio y sobre el área particular en donde se implantaba el proyecto. La galería, aunque obra material efímera, les permitió generar cierto contenido teórico que luego condensaron en Ecologías Críticas ¿Podrían contarnos sobre este proyecto y sobre cómo el tema hídrico los ha atravesado cómo estudio?
CCPM: Más allá del caso puntual de Galería Hídrica, siempre nos interesó y nos sigue interesando muchísimo la producción y construcción de contenido. Esto es algo que venimos trabajando desde nuestra formación como docentes en la cátedra de Roberto Lombardi, en nuestras experiencias editoriales previas al estudio (Pedro en Circular y Constanza en Summa+), que seguimos desarrollando dentro del estudio y, actualmente, en Fantasías Arquitectónicas Nerviosas (FAN), un proyecto editorial digital que estamos haciendo junto con Isabella Moretti y Leandro Cappetto.
En Galería Hídrica, como sabíamos que al ser una arquitectura efímera sólo iba a estar montada durante algunas semanas, quisimos exprimir al máximo la experiencia no muy habitual en nuestra ciudad de construir un pabellón en el espacio público. La manera que encontramos fue investigar y seguir investigando sobre el tema central del pabellón: el agua.
Al descubrir y exponer el agua contaminada del Riachuelo en el pabellón, nos abrió un campo de trabajo e investigación gigante en relación con el agua y particularmente con las “aguas urbanas”. La potencia que tuvo para el proyecto que el agua contaminada fuese un elemento constructivo del dispositivo del pabellón (colocado dentro de mangueras transparentes y puesto en movimiento por bombas) permitió traer al artefacto una serie muy amplia de temas que, en Ecologías Críticas, un ciclo de eventos desarrollados en el pabellón, se materializaron en conversaciones entre personas vinculadas de diferentes maneras con las problemáticas de ese paisaje urbano.
Una vez desarrollada la experiencia de la Galería Hídrica y el Riachuelo, los campos a investigar en relación con el agua se ampliaron muchísimo. Hemos retomado el trabajo de investigación sobre el agua con otros elementos de la ciudad: arroyos entubados, costanera del río de la plata, relación del agua con el hormigón armado y también preguntarnos sobre cómo fundamos los edificios y que relación se establece entre las plantas bajas y el territorio.
Algo que nos sorprende y nos inquieta muchísimo es, por ejemplo, que en la ciudad de Buenos Aires haya doce cuencas con arroyos que se encuentran ocultos y tapados por asfalto. Es un dato que, para la vida cotidiana de una ciudad tan grande y con un claro desbalance de espacios verdes públicos, nos alarma. Da cuenta de una fuerte negación de lo que allí estaba y allí sigue estando. Es parte del problema de diferenciar la naturaleza de la tecnología e imponer una fuerza sobre otra.
Por otro lado, la actual controversia de la privatización de Costa Salguero por parte del gobierno de la ciudad de Buenos Aires también es una problemática hídrica que nos atraviesa. Es un caso que explicita lo complicada que es la relación de nuestra ciudad con la costa del Río de la Plata. Una relación super negada, con varias infraestructuras que separan tejido y río (puerto, autopistas, aeropuerto, etc) y con muchísimos intereses en disputa. Todas estas temáticas en relación con las diferentes situaciones hídricas de la ciudad de Buenos Aires las estamos trabajando con un grupo de amigas y amigos, en un proyecto que se llama Laboratorio Anfibio del Plata y que se pregunta cómo ser anfibios en este territorio.
Al empezar a descubrir todas las situaciones hídricas que nos atraviesan como habitantes de la ciudad y desde la arquitectura, nos dimos cuenta de que hay muchas personas que también están viendo, estudiando y realizando proyectos en relación con las problemáticas del agua en nuestra ciudad, ya sea como espacio público, elemento del paisaje o fuente de vida. Por ello, nos sentimos parte de un colectivo que cada vez incorpora más personas y genera más conciencia sobre estas problemáticas.
BM: En base a esto último, es notable cómo conciben la relación entre la teoría y la práctica, excediendo la comprensión arquitectónica meramente constructiva ¿Cómo articulan las investigaciones con los proyectos edilicios que tienen paralelamente en curso? ¿Ambas cosas se nutren entre sí o toman cursos independientes?
CCPM: Producir arquitectura no es solo construir o pensar edificios, es también todo lo que es necesario pensar y reflexionar, ya sea para trasladarlo a los proyectos o para construir conocimiento. Nos gusta pensar que producimos arquitectura en varios formatos: a través del proyecto y el diseño, pero también a través de la producción de contenido y líneas de pensamiento que surgen de reflexionar sobre el lugar en el que estamos situados.
Nos gusta pensar que la línea entre investigación y proyecto es difusa. En relación con eso, nos parece importante la publicidad de estas cuestiones, es decir que las problemáticas que vemos emerger de nuestro trabajo puedan ser un material para discutir los problemas de la ciudad y no solo entre arquitectas y arquitectos, sino también con otras experticias y con las y los usuarios de la ciudad. Nos parece fundamental construir canales para que se produzcan los debates. Particularmente, en el proyecto que estamos desarrollando en FAN nos interesa trabajar en cómo volver públicas varias cuestiones de la vida urbana, edilicia y online que nos parecen fundamentales para entender y redefinir la espacialidad del mundo contemporáneo.
Si bien nos divierte la división de práctica y teoría, no es que una cosa corre por un carril y la otra por otro, sino que se retroalimentan y se convierten en un método de trabajo. El contenido que emerge de investigar cuestiones de manera más analítica se vuelve parte de los proyectos edilicios y viceversa.
BM: Entendiendo que ambos están ampliamente vinculados con la docencia ¿Consideran que en Buenos Aires existe una brecha entre la academia y la práctica profesional? ¿Creen que es necesario repensar los talleres de las universidades en Argentina?
CCPM: Creemos que hay muchos problemas en la relación entre estas dos esferas, la práctica profesional y la academia. Nos gustaría pensar que hay dos focos grandes a trabajar que van de la mano.
Hay una brecha grande entre la academia y la profesión (en sus diferentes maneras de ser y hacer) y la importancia de los puntos articulantes (revistas, instituciones, etc), profundizada también por la precarización laboral de la cual la arquitectura no está exenta, todo el mundo del laburo “en negro” y la vaga influencia que tienen las instituciones profesionales en esta situación. Se necesita renovar el rol cultural de la arquitectura con la sociedad, pero eso es algo muy complejo.
Por otro lado, otra problemática que vemos es el perfil “profesionalista” con el que se forma a las arquitectas y arquitectos en Buenos Aires, producto de que pareciera que hay que formar a un solo tipo de arquitecta/o: super formado en el área de proyecto y con un pensamiento de “resolución” edilicia. En esta idea de profesional, la teoría o la investigación son cosas que aparecen muy de refilón, con pocas articulaciones con otras áreas (y esto es quizá también un problema más general de falta de articulación con otras facultades) y con la idea de que construir es la única manera de “hacer arquitectura”. Algo que, desde nuestra manera de ver las cosas, es totalmente errada. En FADU, además de este desfasaje entre proyecto y teoría, hay también una desarticulación muy grande entre las áreas técnicas y las áreas de proyecto. Al menos nosotros, en la facultad atravesamos una visión en dónde lo técnico es algo de manual, que se “resuelve” según un listado de cortes constructivos a modo beaux arts. Muy pocas veces, casi nulas, la técnica y la tecnología forman parte del proceso proyectual. Y mucho menos está presentada la técnica y la tecnología como objetos de investigación.
Creemos que la arquitectura es un medio super amplio para trabajar en una variedad de problemas muy diversos de distinta clase, culturales, tecnológicos, sociales e históricos, por nombrar solo algunos. La formación en el contexto de la arquitectura debería permitirle a las y los estudiantes construir caminos propios dentro de la realidad a partir de herramientas y marcos conceptuales.